Cuando se ejecuta un modelo de actividad física, se pone en marcha al sistema músculo-esquelético exigiendo un grado, mayor o menor, de rendimiento a los músculos, tendones, ligamentos, huesos y articulaciones. Por este motivo y dependiendo de la edad, estado físico y necesidades individuales, la actividad física regular y moderada es la forma más aceptable para determinar un programa de actuación preventiva de deterioro músculo esquelético y por lo tanto articular.
Una acción frecuente, constante, llevada al límite, con el sobreesfuerzo articular que conlleva el desarrollo de deportes profesionales o de alta competición puede ocasionar, además de lesiones inmediatas, el desarrollo de patologías como la osteoartritis.
Esto no debe ser una excusa para evitar el ejercicio y no podemos perder de vista que la actividad moderada es aliada de la buena salud articular e incluso beneficiosa en la reducción de dolor y mejora de la funcionalidad en las enfermedades crónicas degenerativas articulares.
La prevención siempre es el modelo lógico para evitar la destrucción del cartílago articular. En primer lugar, debemos distinguir entre los diferentes tipos de articulaciones y lo que éstas significan.
Articulación es la zona de unión entre dos huesos o entre cartílagos del esqueleto. Permiten doblar las distintas extremidades del cuerpo y facilitan el movimiento. Según este movimiento las articulaciones se clasifican como diartrosis, anfiartrosis y sinartrosis. La diartrosis es la articulación móvil o sinovial como la de la rodilla o el codo, la anfiartrosis o cartilaginosas, son por ejemplo, las articulaciones entre vértebras y la sinartrosis es una articulación sin movimiento o rígida, como las uniones del hueso del cráneo.
Los elementos que debemos cuidar y tener en forma para evitar el desgaste articular y permitir el movimiento y la funcionalidad son el cartílago, matriz extracelular, membrana sinovial, líquido sinovial y cápsula articular.
El cartílago, a su vez, consta de diversos estratos en los que se concentran el agua, proteoglicanos y colágeno articular. Para prevenir un desgaste articular en el deportista debemos concentrarnos en una acción condroprotectora. Para ello, contamos con tres nutrientes que seguro que ya te suenan: glucosamina, condroitina y ácido hialurónico.
Glucosamina es un aminoazúcar cuya función es el estímulo de las células del cartílago para producir glicosaminoglicanos. Un nivel inadecuado de glucosamina puede afectar al líquido sinovial y a su viscosidad, por lo tanto, a la correcta función articular. Además, el sulfato de glucosamina aporta y promueve la incorporación de azufre a la articulación y al tejido conectivo. Las diversas investigaciones realizadas con glucosamina sugieren que puede ayudar al alivio de dolor e inflamación.
Condroitina es un mucopolisacárido que forma el mayor componente estructural del cartílago que proporciona fuerza, retención de agua, nutrientes y movilidad de otras moléculas. Tiene la capacidad de unirse a proteínas de colágeno y elastina lo que contribuye a la fuerza y flexibilidad. Los estudios desarrollados con la condroitina indican que es un protector de la pérdida del cartílago mediante la inhibición de la hialuronidasa, enzima que puede destruir el cartílago y actúa como antiinflamatorio y reductor de dolor.
Ácido hialurónico es un componente del líquido sinovial que aporta humedad e hidratación. Es el considerado lubricante articular. Su presencia en el tejido sinovial llena la cavidad articular entre huesos durante el movimiento. Se ha estudiado también una faceta antiinflamatoria. Compatibiliza muy bien su función con vitamina C y el colágeno.
Por lo tanto, cuando hablamos de nutrición articular con carácter condroprotector, preventivo, reparador e incluso antiinflamatorio ya tenemos tres nutrientes que forman un equipo de protección.